28 jun 2012

Lo Que Nunca Pasará

Él es rico, apuesto, viene de una muy bien posesionada familia, tiene un empleo excelente, una gran carisma que a todos encanta, sin mencionar que toca muy bien el saxofón. Y él es mi esposo, ¿Cómo conseguir tal partido? No lo sé, él necesitaba casarse y yo terminé accediendo. No fue por amor, de parte de ninguno de los dos, apenas nos conocíamos y los primeros días del matrimonio apenas cruzábamos saludos. Yo estaba muy molesta por que no quería casarme, mas bien no quería casarme con él, acababa de terminar una relación muy problemática y lo que menos deseaba era involucrarme con alguien más. Pero el destino me llevó, no, me arrastró hasta él y con los grandes problemas financieros de mi familia y la enfermedad de mi hermana pequeña a quien yo quiero demasiado terminé vendiéndome a un contrato. Por su parte, dijo que necesitaba casarse y tener un hijo para poder heredar a su abuelo que ya está en las últimas; no me importa ya tener relaciones con él para poder procrear, terminará en cuanto tenga un hijo y no importa el sexo así que no hay problema.
Al principio de nuestro matrimonio él era muy frío a veces me echaba en cara que estaba con él por que me había comprado y por tanto le pertenecía, fueron días difíciles en los cuales peleábamos seguido hasta que un día me cansé y dejé de responderle, comencé a adoptar el papel de objeto, al principio se sintió satisfecho pero luego comenzó a buscar cualquier excusa para que yo le respondiera pero fue inútil. Poco a poco fue cambiando su actitud, comenzó a tener atenciones conmigo, me permitió ver a mi familia e incluso que vinieran a nuestra casa, era gentil y asta cariñoso cuando hacíamos el amor, a veces me traía grandes ramos de flores, joyas, ropa y el último regalo fue un lujoso auto para que pudiera ir a ver a mi familia a la hora que quisiera. Cuando llegaba tarde de trabajar y yo ya me había acostado lo sentía darme un beso en la frente y abrazarme toda la noche así no tuviéramos relaciones. Fue hasta una tarde que llegó temprano de trabajar muy alterado:
"Te lo he dado todo, ¿Qué más quieres de mí?"
"No entiendo a que te refieres." le respondí dejando mi lectura para otro momento.
"Te he permitido ir a ver a tu familia y pagué todas sus deudas, le he dado la mejor atención médica a tu hermana, te lleno de regalos, hacemos viajes a los lugares que siempre quisiste visitar pero aún así no veo ni una luz en tus ojos."
"¿Qué clase de luz esperas ver? Te agradezco profundamente todo lo que haces pero no entiendo tu punto."
"¿Qué debo hacer para que me ames como yo te amo a ti? ¿Quieres que te dedique más tiempo? Dejaré de ocuparme de mis asuntos para estar contigo todo el tiempo, ¿No te parece suficientemente buena la atención que se le da a tu hermana? Conseguiré a los mejores especialistas del mundo, le daré un casa mejor a tu familia, no, que vengan a vivir con nosotros si eso te hace feliz, haré lo que tú quieras y tus deseos son órdenes para mí, solo te pido que me quieras aunque sea solo un poco." Me quedé muda por un momento, pero dejé mi libro en la mesita y tomé el lloroso rostro de mi esposo entre mis manos delicadamente.
"Te agradezco que me ames tanto como dices, no tengo manera de expresarte mi profundo agradecimiento por todo lo que has hecho por mi familia, en especial por mi hermana, no hace falta que le busques los mejores especialistas porque yo sé que ya lo has hecho, no es necesario que pases más tiempo conmigo y que descuides tu trabajo. Te aprecio por lo que haces por mí, y por ese aprecio no quiero herirte fingiéndote amor, eso es algo que no puedo hacer, te daré un hijo pronto y si lo deseas puedo darte más, pero lo que no puedo hacer es amarte como tú esperas que haga, eso nunca pasará, si hubiera un remota posibilidad de que eso pasara te lo diría pero estoy segura de que es imposible, porque tú me compraste, pagaste por una esposa que te diera un hijo, soy un objeto más en tu casa y uno se puede encariñar con los objetos pero ni esta lámpara, ni esta silla ni yo llegaremos a quererte. Si después de esto quieres echarme de aquí está bien, no te preocupes por mí ni por tu hijo que lo tendré y luego te lo entregaré para que lo eduques tú mismo."
Me miró decepcionado y dolido, luego se fue del salón y yo continué mi lectura sobando mi vientre, pensando que me echaría de ahí lo más pronto posible, pero no lo hizo, ni le quitó la ayuda a mi familia ni cuando nació el bebé, siguió mimándome a mí y ahora a mi hijo. Supongo que comprendió mi desconcierto porque sin más me dijo: "Ya no te pido amor, como tú dijiste, jamás llegarás a amarme, me he encariñado con esta "lámpara" pero no pierdo la esperanza de que algún día la "lámpara" llegue a encariñarse conmigo también."
Él realmente me ama, así, no por ninguna cualidad especial mía, ni por mi manera de ser y mucho menos por lo que yo le haya expresado, simplemente me ama pero yo no lo amo a pesar del tiempo, de la cercanía y de muchas cosas más. Eso es lo que nunca va a cambiar entre él y yo.

19 jun 2012

Él

Lo  conocí en mi infancia, solía llevarme siempre con él a todas partes, incluso cuando estaba con sus amigos.
Siempre comíamos en un extraño puesto ambulante que estaba sobre una lancha, recuerdo que teníamos que brincar muchas lanchas que usaba como mesas para llegar a el curioso puesto donde vendían ese platillo que tanto le gustaba; aunque para ser sincera nunca me gustó mucho la comida de ese lugar pues siempre sentía que en lugar de carne, nos daban todos lo desperdicios, sin embargo él lo adoraba, siempre se encontraba ahí con sus amigos, el dueño del local nos conocía y siempre nos recibía con una sonrisa a pesar de muchas veces no fuimos sin pagar.
Tengo mi mente tan llena con sus recuerdos que apenas recuerdo el rostro de mis padres, curiosamente sólo recuerdo una frase que mi padre me dijo cuando lo conocí “Mas vale que lo acompañes, tienes que cuidarlo de que no se meta en problemas.”, y lo decía a menudo con una sonrisa mientras me miraba a mí y a él; ahora que lo pienso ¿Qué padre dejaría ir a quien sabe donde a su hija con un joven de mas de diez años mayor que ella?
Solía usar mis mejores vestidos y peinarme de la mejor manera cada que salía con él pues no quería verme desalineada aún cunado él mismo normalmente lo estaba, pero siempre ha sido un hombre apuesto y nunca le faltaron mujeres papaloteando a su alrededor; sin embargo nunca noté que saliera con alguna en particular, siempre estaba conmigo y solía llamarme “mi muñequita”.
Con el tiempo fue mejorando su gusto con lo lugares a los cuales me llevaba pues de ir al extraño puesto en las lanchas del puerto pasamos a frecuentar grades edificios de excelente arquitectura donde estaban grandes boutiques de ropa exclusiva, restaurantes de primera clase, oficinas principales de grandes empresas, etc. Cuando esto empezó a suceder yo estaría entrando en la adolescencia; recuerdo que me hacia probarme todas las prendas que estuvieran en la boutique y que se las modelara aunque al final no me comprara nada, y no me importaba pues yo disfrutaba de esa continua actividad. Pero su gusto en lugres a dónde ir no fue lo único que mejoró, sino también en su forma de vestirse, cortó su cabello y empezó a lucir muchos trajes claros y camisas de excelente calidad, siempre pensé en él como en un hombre apuesto pero últimamente se convirtió en algo más que eso. Ya no lo veía como cuando era niña, al menos no con el mismo tipo de amor, el hecho de que se acercara a mí hacia que sintiera un hormigueo en el estomago, el que me tocara me provocaba electricidad en la piel y con solo mirarme o sonreírme hacía que mi corazón estallara en palpitaciones desenfrenadas, muchas veces me pregunté si no oiría el escandaloso palpitar de mi corazón.
No entendí lo que me pasaba hasta que un día, justo cuando cumplí los dieciséis años me llevó como siempre a una de esas lujosas boutiques para que me probara como de costumbre infinidad de prendas. Cuando terminé de modelarle la última (un hermoso vestido corto de blanco y negro), me dijo que no me lo quitara, lo miré atónita, estaba asustada de que intentara hacer lo mismo que hacía cuando me llevaba a ese extraño puesto de desperdicios de carne en el puerto pequeño. Pero mi sorpresa fue grande cuando lo vi pagar con tarjeta platino y que la dependienta me embolsaba todas las prendas que me había probado, tomó todas las bolsas, se acercó a mi y me susurró al oído “feliz cumpleaños” me sentí tan sorprendida, normalmente me llevaba a comer helado o me regalaba algún tipo de artefacto que una niña no podría usar y sin embargo yo atesoraba cada regalo de él.
Me llevó a comer a uno de esos restaurantes finos, pidió de los platillos más caros sin preocuparse por el precio, me empezaba a preocupar pues siempre se estaba quejando de su baja economía. Al final del día me llevó a mi casa, como siempre me quedé un rato más en el carro pues no me quería separar de él, conversamos un rato y casi me quedo helada cuando se acercó y dijo con voz pausada, grave y seductora “Ya eres una mujer, y además una mujer muy hermosa” al terminar de decir esto se acercó aún más y lentamente rozó sus labios contra los míos, cerré mis ojos y correspondí a su beso colocando mi mano sobre su mandíbula, el beso se volvió mas intenso y sentí sus fuertes manos recorrer mis hombros y deslizarse por mi cintura; en mi interior había un caos total, su piel contra mi piel, sus labios besándome con pasión provocaban que mi piel ardiera, mis piernas y vientre se sintieran pesados y que mi corazón intentara destrozar mi pecho o que simplemente estallara debido a su estrepitoso latir.
Desde esa noche nos volvimos amantes, yo sentía que mi vida dependía de él, que vivía por él. Ya no me podía separar de él, lo amé al grado de que ya no me importaba si él me amaba o no, era feliz con el solo hecho de que me permitiera amarlo. No supe cuanto tiempo estuvimos así, recuerdo que esos fueron los tiempos más felices de mi vida, no me importaba nada más que él, no recuero que pasó después, solo recuerdo que una noche fue a dejarme a mi casa como de costumbre, me besó apasionadamente como la primera vez que lo hizo y después de dejarme arrancó el convertible clásico que siempre había tenido (una herencia de su padre, decía) y en la mañana que salí como siempre para que me recogiera él no llegó, lo llamé a su celular pero no me contestó, dejé mensajes que nunca regresó, y así fue como desapareció por completo de mi vida, nunca volvió a pasar por mí para llevarme a donde él quisiera y hacer lo que yo quisiera. Recuerdo que solo tenía diecisiete años cuando esto pasó, una semana después de que ya no volvió por mí me di cuenta de que ya no regresaría, ni siquiera una llamada había recibido de su parte, cuando lo fui a buscar a su departamento me dijeron que se había ido hace una semana, con eso constaté que me había abandonado “¿Qué va a ser de mi ahora? He crecido a su lado, he convivido más con él que con mis padres” pensé desesperada, lo busqué en su trabajo y me dijeron que nunca había trabajado alguien con ese nombre ahí. Estaba más que claro, ya no lo volvería a ver, nunca me sentí más sola en toda mi vida, no concebía mis días sin él, no podía vivir de otra forma, él era mi único amigo, la única persona con la que socializaba, me sentía perdida y sin saber que hacer. Cuando llegué a mi casa no quise saber nada, me encerré en mi cuarto y me puse a llorar enojada, desesperada, impotente y sobretodo triste, no lo soportaba, grité furiosa, golpee las paredes, podía oír gritar a mi madre que le abriera la puerta, pero aunque quisiera hacerlo mi cuerpo seguía destruyendo todo lo que encontraba a su paso, bueno, casi todo, lo único que sobrevivió fue un porta retratos que él me había regalado con una fotografía nuestra, me desplomé al verlo, recordaba bien ese día: “No necesito una foto tuya porque siempre te tendré a mi lado” le dije sonriendo “Me ves todos lo días, pero quiero que también me veas en las noches  que tus padres están en casa” me respondió y luego me dio un beso. “Maldito, pensabas abandonarme después de todo” murmuré y seguí llorando en silencio… ese es mi ultimo recuerdo de esa época.
Para cuando tuve conciencia nuevamente de mí ya habían pasado cinco años desde ese día y yo ahora tenía veintidós años, había elegido la carrera de modelaje, era famosa en las revistas de moda, los diseñadores más exclusivos se peleaban por mí y dondequiera que miraras mi foto estaba ahí anunciando cualquier cosa que se vendía como pan caliente sólo por que yo la anunciaba. Amaba las pasarelas y las continuas sesiones de fotos, me recordaban mi adolescencia y parte de mi infancia modelando para él, cuando miraba la cámara lo miraba a él, cuando modelaba en una pasarela sentía que él estaba mirándome desde algún lugar, había aprendido a vivir sin su presencia física, incluso había momentos en los que no pensaba en él y ahora tenía muchos amigos que me ayudaban a olvidarme de él en mis momentos de soledad, cuando no era enfocada por miles de cámaras en una pasarela o en una premier, se podría decir que mi vida era perfecta y que volvía a ser feliz, nada me faltaba.
Pero un día llegó a la que hasta ese momento había llamado “mi mejor amiga” a invitarme a la presentación de un libro hecho por un reconocido escritor, estaba tan concentrada en mi éxito que no me percataba del éxito ajeno que no me había dado cuenta que ese libro había sido una bomba, traducido a quién sabe cuantos idiomas y un millar de copias vendidas “¡Eres la única persona que conozco que ni en el mundo hace este libro y a su autor!” me recriminó, me disculpé y le pedí que me lo prestara para darle una ojeada, me bastó con abrir la portada y ver la fotografía del autor: era él. Me desplomé dejando caer el libro.
Ese mismo día compré un periódico y leí que el autor haría la presentación oficial en un lugar conocido, muy conocido para mí: en el primer edificio de excelente arquitectura y acabados lujosos de exquisito gusto al que él me llevó, no me había parado en ese lugar desde hacía cinco años por el mismo miedo de encontrarme con recuerdos tan dolorosos. Tenía miedo de volver a verlo pero algo dentro de mí me ordenaba ir y encontrarlo, una desesperación me inundó y sentí que tendría una terrible crisis como hace cinco años, entendí que si no iba me volvería loca de verdad. Entré en mi gigantesca habitación de mi lujoso departamento y revolví todo hasta que encontré lo que había estado buscando y que había escondido muy bien por tanto tiempo: el porta retratos con nuestra fotografía. Lo miré por largo rato sin parpadear, mi vista solo se enfocaba en sus ojos verdes, alegres y llenos de vida, sentía que volvía a la adolescencia. Llamé a mi amiga para que me acompañara a comprar un vestido, quería el mejor, el que resaltara al máximo me belleza, quería estar hermosa para él, como lo deseaba cuando era niña.
Mi amiga pronto llegó y nos fuimos a ver a mi diseñador favorito, el único que sabía exactamente lo que quería, me mostró varios modelos y finalmente me mostró uno que de inmediato supe que le gustaría a él. Finalmente el gran día llegó, viajé junto con mi amiga a mi ciudad natal, no me atreví a contarle mi historia, de hecho apenas era conciente de que ella estaba sentada a un lado mío hablando como una cacatúa, mi mirada estaba perdida mirando las nubes por la ventanilla del avión, no iba en primera clase como solía viajar usualmente, quería viajar de incógnito, de cierto modo no quería que él supiera que yo iría a su presentación, seguía teniendo miedo de volver a verlo y a la vez tenía una inmensa necesidad de verlo. Cuando llegamos mi pernas temblaban, al entrar al hotel mi amiga seguía hablando, quejándose del servicio del avión, y el estado del hotel pues este tampoco era muy lujoso como en los que nos hospedábamos normalmente. Después de comer y descansar comenzamos a arreglarnos, me bañé con agua fría para calmarme un poco, mi amiga me maquilló como lo hacía para las pasarelas pues resulta que ella era mi maquillista personal, arregló mi largo cabello castaño, me llenó de accesorios de exquisito diseño que me había regalado mi diseñador.
Cuando llegamos al lugar una oleada de recuerdos me invadieron, el pasado que había tratado de olvidar había regresado. Lo busqué ansiosamente con la mirada pero no lo hallaba, supe todavía no había llegado porque él siempre resaltaba de los demás. Fue cuando escuche un alboroto que supe que ya había llegado, mientras que mi acompañante corrió a conocerlo yo me quedé clavada en mi lugar y le di la espalda, estaba temblando y estaba aterrada de que me descubriera.
 Finalmente llegó a donde estaban todas las copias de sus libros, me atreví a verlo de reojo: era tan atractivo, sus facciones habían madurado y eran afiladas, sonreía seductoramente y muchas mujeres suspiraban, yo conocía bien esa sonrisa y muchas veces me la dedicó solo a mí.  No puedo negar que me sentí celosa de que la sonrisa que alguna vez fue solo mía ahora fuese compartida entre tantas otras mujeres; sin embargo, mis ojos captaron algo que no habían visto antes, su mano aferraba otra mano femenina, y lo hacía como muchas veces me había entrelazado sus dedos en los míos, sentí como alguien me clavara una espina en el corazón y luego lo apretara y retorciera, pero mi cara no expresó nada. Luego él pidió silencio “Tengo que anunciar algo muy importante. Hoy estamos reunidos aquí no solo para presentar este libro que al fin pude y me atreví a publicar, sino también para pedirle a esta mujer que está a mi lado, que sea mi esposa” cuando terminó de anunciar esto me quedé mas inmóvil de lo que ya estaba, no lo podía creer, “¿Él casado?” fue lo único que se me vino a la mente, nunca lo imaginé casado, ni siquiera conmigo, siempre pensé en él como un alma libre que no se ataría a nada y por esa razón justifiqué que me hubiera abandonado. Estaba a punto de irme cuando algo sucedió, sus ojos se encontraron con los míos y supe que me había reconocido, mi plan era solo verlo sin que él lo supiera. Fingí no reconocerlo y no haber cruzado miradas, me di media vuelta para busca a mi amiga para marcharnos pero el viejo apodo me detuvo en seco: “¡Mi muñequita!” gritó y un millón de recuerdos de mi niñez me atacaron y me provocaron intenso dolor de cabeza y de corazón, debía irme antes de que mi cuerpo corriera sus brazos y mis labios besaran los suyos, porque después de tantos años a pesar de todo seguía perdidamente enamorada de él.
Intenté huir pero ya era tarde, me di media vuelta para encararlo con ojos llorosos “No me llames así” quise decirle pero mis labios solo se entreabrieron en espera de un beso que no sería recibido, mis piernas avanzaron hacia él sin mi permiso, mis manos aferraron las suyas y mi frente se recargó en su barbilla, “No te cases, ven conmigo y recordemos viejos tiempos” fue lo que mis labios susurraron en su oído “No te concibo como un hombre atado, por eso perdoné tu abandono” continuaron moviéndose por sí solos. Solo sentí que me abrazó fuertemente sin responderme, mi cuerpo encajaba perfectamente con el suyo, recordé las veces que me había abrazado así y luego me llenaba de caricias y besos mientras me desnudaba, eso no pasaría ahora. De un momento a otro me soltó y advertí que se aproximaba su “prometida”, le dí la espalda y me recuperé de inmediato, para cuando ella llegó yo ya podía sonreír naturalmente y fingir mirar los libros, tomé uno y leí el argumento: era nuestra historia. Casi pierdo el control de nuevo, “No quisiera venderlo” dijo él a su prometida a mis espaldas, me lo estaba diciendo a mí “Pero amor, es tu trabajo y dedicación de mucho tiempo” contradijo ella “Lo sé, pero es un regalo” respondió aún hablándome a mí, sonreí feliz y abracé el libro como si fuese él mismo quién estaba entre mis brazos, depuse de todo era una parte de él en cierta forma…
—Entonces eso es lo que recuerda señorita.
—Si, por eso aún conservo nuestra foto y el libro.
—Ya veo, bueno, puede retirarse a su habitación.
—Gracias doctor. —se retira la hermosa joven de cabellos castaños y hermosas facciones, una enfermera la escolta hasta su habitación y cierra la puerta con llave una vez que ella entra.
—Lástima de chica —murmura la enfermera—, si sus padres no la hubieran separado de ese joven, ella no se hubiera vuelto una psicópata, y pensar que esa joven fue una famosa top model que no podrá ser superada en mucho tiempo. Después de todo, el joven  sigue en estado vegetal y fue ella misma quién lo dejó así —la enfermera se retira y por las pequeñas rejas de la puerta se asoma la angelical cara de la jovencita.
—No podía ser de nadie más, no podía ser de nadie más, no podía ser de nadie más… —murmura la joven entre dientes con la mirada perdida, hundida en un sueño que acabó por destruirla y carcomer cada pedazo de su alma.